Cada vez es más frecuente encontrarse en prensa económica informaciones sobre los resultados periódicos de las grandes empresas expresados en EBITDA.
EBITDA
El término EBITDA se deriva de la expresión inglesa “EARNINGS BEFORE INTEREST, TAXES, DEPRECIATION AND AMORTIZATION” y trata de medir el resultado bruto de una entidad independientemente de cómo esté financiada y de cómo sean sus gastos por amortizaciones y su carga impositiva.
La simplificación que supone el EBITDA puede ser útil a la hora de conocer el beneficio bruto a efectos de comparación, no solo con otras empresas del sector, sino incluso contra otros periodos anteriores o proyectados. Las empresas recurren, cada vez más, a este método de presentación de resultados, ya que en general, ofrece una imagen más positiva que la que se deriva de la cuenta final de Pérdidas y Ganancias. En efecto se obvia el nivel de endeudamiento, así como las amortizaciones y los impuestos.
Puede suceder que dos empresas con el mismo EBITDA tengan unos resultados finales muy diferentes.
En efecto, una empresa productiva con un gran peso de inmovilizado tendrá siempre unas cargas por amortización superiores a una del sector servicios.
Lo mismo puede suceder con las cargas financieras que harán que la más endeudada tenga peores resultados finales que la que comparte un mismo EBITDA.
También se suele utilizar el término EBIT (“EARNINGS BEFORE INTEREST, AND TAXES”), que no incluye en su cómputo las amortizaciones. El EBIT tiene las mismas críticas que el EBITDA, lógicamente tiene los mismos inconvenientes que el anterior, pero no está afectado por la diferencia de amortizaciones.
En conclusión, el EBITDA puede ser una herramienta útil para analizar los resultados y su evolución en la empresa y en su sector, pero el analista financiero debe manejarlo con cuidado para tener claramente presente lo que se está midiendo y no caer en los problemas comentados que pueden llevar a conclusiones precipitadas u erróneas.